Pues sí, así fue… no tenía nada
que perder, nada que añorar, simplemente emprender futuro, aferrarme a un
destino sin identidad y empezar a construir y fortalecer.
No sabía qué llevar, solo decidí
cargar con una mochila, obligarme a desprenderme de lo innecesario y del “por
si acaso” y alivianar peso. Me erguí, levanté la mirada, tomé conciencia que el
presente en breve sería pasado y que mañana, cuando me pregunten o comente de
dónde vine, esta imagen será, el resumen de mi vida.
Cerré la puerta, por más que quise
evitarlas, llegaron y humedecieron mis ojos. Eran una especie de aire contenido
con un llanto incontrolado, dolor en el pecho pero a la vez fuerzas para salir,
avanzar y mirar atrás sólo para recordar, jamás para lamentar.
Así fue… aquella mañana me
alejaba de la tierra que me vio nacer, de las calles en las que aprendí a andar
en bicicleta, de la tienda de don Juan, quién allí seguía y a lo mejor, seguirá
vendiendo las barras de pan recién “sacados del horno”; esos que nos encantaban
con la mermelada y el tazón de chocolate que nos preparaba la “mama” mientras
intentábamos centrarnos en que las matemáticas hay que entenderlas sino, la “seño”
no nos dejará jugar en los recreos…
No quiero girar la cabeza, no
pretendo detenerme, ahí te quedas, clavado en el centro de la tierra, no quiero
permanecer allí, sabiendo que algún día seguiré por el mismo sendero que todos,
del cajón a la iglesia y de la iglesia al cementerio que contempla la entrada al
pueblo. Y que sea el anciano cura que diga: “que dios lo tenga en su gloria”. ¡Ahí te dejo!, quédate con ellos, que sigan
jugando en las calles y que sean otros los que entren a buscar la barra de pan.
El sol calienta, las piernas
duelen, la mochila pesa, menos mal que he decidido traer sólo lo indispensable,
me cuestioné.
El camino es cuesta arriba, me
acerco y les digo adiós, desde la distancia porque no quiero entrar, sé que soy
cobarde, pero no me resigno a despedirme así en una fotografía y con ese “descansen en paz,
queridos padres”, fue un epitafio políticamente correcto, porque saben que no
es así, saben que no deseo que estén ahí y mucho menos, descansando. Los quería
juntos, abrazándose, discutiendo, sonriendo a carcajadas y hasta reñirme desde
la ventana diciendo: ¿Quieres entrar ya?, ¡es la última vez que te lo digo o
será tu padre quién salga a buscarte! Pues sí, desearía que te levantes, que
salgas a la puerta de ese repugnante cementerio y me digas: ¿quieres volver al
pueblo ya? ¿Quieres dejar esa mochila? O será tu padre quién te vuelva a tu
casa de una vez… ¡Sí, cierro los ojos y escucho tu voz…!
La gota de aire ayuda en este
momento, más de una hora caminando y no he sido capaz de levantar la mano para
que alguien detenga su coche y me lleve rumbo a un nuevo lugar.
A lo lejos veo… sí, ahí viene uno
y decido levantar la mano… ¡nada! Oh sí, el coche se detiene.
¿Hacia dónde va?, me dice un señor
elegante y con traje azul; un azul que transmite limpieza, profundidad y hasta
ganas de decirle: ¿Caro su traje no?
Voy… (A donde voy me dije). Voy
lejos, muy lejos. Lléveme hasta donde usted se detenga que yo luego continúo
camino.
¡Al norte, voy al norte!,
replicó.
Pues sí, así fue… Ese día decidí
irme, huir, escapar o tal vez, recomenzar. A lo mejor, quise enterrar mis
emociones, proteger mis sentimientos y hasta evadir mis pensamientos. Temía al
silencio, es desbastador, manipulador y se adueña de la razón. Temblaba ante la
soledad, daba respuestas sin preguntar, envolvía el aire y ahogaba el pecho una
y otra vez… Puede ser, ellos dirán que abandoné y que el cobarde se esconde
saliendo a la carretera y buscando nuevos horizontes.
Cuando me entra la nostalgia,
inevitable en mí, ineludible en todos, me siento aquí, junto al mar,
contemplando la inmensidad de lo divino, lo mágico y lo inexplicable, escribo,
parafraseo y así, abrazo a mi alma, suspiro fuertemente, alimento mis
sentimientos y siento que lo que hice tiene nombre: vivir.
Cuando necesito esos consejos, cuando
escucho tu voz simulando aquellas tardes donde salías a la ventana, gritabas mi
nombre y me obligabas a entrar; simplemente escribo, así se ahogan las penas y
permaneces en mi vida, en mis recuerdos.
No sé si entendieron, ¡creo que
no!, cuando permanecía allí, no tuve el alivio ni el abrazo, ni la palabra que
me haga reflexionar, no fueron capaces de golpear a mi puerta, regañarme y
obligarme a levantarme, a no hundirme en el desespero y esperar que el milagro
llegue… Quizá, no supieron hacerlo, acostumbrados a salir sólo a buscar el pan,
ir los domingos a la iglesia o acompañar al muerto al cementerio. En noches de
verano celebrar la fiesta del pueblo y en noches de invierno sólo sentir el
olor a leña hogareña, nadie sabe que hay detrás de cada puerta, nadie. Porque
también muchos temen a la maldita soledad y al horrendo silencio.
Así fue… llegó él, con su traje
azul, me preguntó dónde iba, ¡si él supiese!, llevaba en su coche un alma sin
rumbo, un cuerpo algo cansado por no saber qué hacer o cómo hacerlo. No sé de
qué hablamos, creo que me evadía y centraba mis energías en el mañana. Pero sí
sé, que la vida pone pruebas y obstáculos pero en cada segmento siempre alguien
aparece.
A lo mejor, aquellos que me
vieron nacer, los que me tocaban el pelo de pequeño, los que compartieron
etapas, los que hicieron travesuras juntos, no son los que hoy extiendan la
mano, sepan lo que necesite o simplemente, me pregunten “hacia dónde vas”… Tuvo
que venir un desconocido, preguntarme y simplemente “llevarme”…
Los años pasan, la vida es la
misma que ayer, modificando situaciones y circunstancias, el camino es exactamente
similar, esta vez, decido si voy o vengo, el destino no existe porque es sólo
creación y la felicidad es proyección, no hay una felicidad para siempre es
solo un puñado, un instante y queda estampado en la profundidad de cada ser, el
consuelo no es decir que ha partido hacia la eternidad, sino saber que el más
allá se lo ha llevado robando una gran parte de tu existir ¿injusto no?
Y así fue… cómo decidí salir,
investigar, llevarme sólo lo indispensable y empezar a cultivar… Aquellos que
me conocían decidieron esfumarse en el recuerdo y estos que no me conocen,
deciden aferrarme en sus proyectos; así es el circuito de la existencia humana.
No hay fracasos ni decepciones,
porque he decidido prosperar, superar y enfrentarme a los miedos y amar las
incertidumbres.
No hay remordimientos, de nada
sirve el enfado conmigo mismo, allí quedaron, durmiendo en la oscuridad y
comprendí que en algún momento, os veré, llámese eterno, universo o simplemente
consuelo.
No habrá mañana sin la
construcción de hoy, pero aprendí que no hay existencia del presente si no soy
capaz de entender, encariñarme y aceptar mi pasado.
Y así fue… como aquí estoy.