Dedicado a aquellos que
se han quedado fuera del tiempo, a los que han abandonado este trayecto, a los
que han apagado su luz para iluminar ese gran firmamento.
No sé si has sido tú, tal vez no,
a lo mejor sí, pero me produce enfado, angustia y hasta dolor saber que voy a
buscarte y ya no estás. Se me marchita el alma, se me rompe el corazón, te
proclamo, pienso y ni siquiera eres capaz de aparecerte en mis sueños.
Rompo el ritmo de la música,
elevo suplicas con el afán de que regreses, camino perdido intentando que seas
tú; quien me reconduzca por el lugar correcto…
Escribo desgastando mis dedos,
lloro sabiendo que duele, miro al vacío jugando a diseñar tu figura. No me
salen ni palabras, no tengo casi lágrimas y apenas sé dibujar…
Contemplo el universo, la
inmensidad de la belleza, la individualidad del ser humano, el rencor de los
hermanos sin darse cuenta que mañana, podrían experimentar la sensación de intranquilidad
por no saber perdonar; tarde porque en vida el abrazo es real, intacto y hasta
eterno…
Miro aquellos hijos que reniegan
de sus padres condenados a que en un momento, sean ellos quienes acerquen la
cara al mármol frio pidiendo perdón por no haber tenido la capacidad de entender
que le debíamos la vida y somos lo que somos porque ellos nos han creado.
Observo aquellos niños en el
parque y, si un alma vuela de casa en casa, a lo mejor serás aquél, ese o tal
vez, aquella… cómo reconocerte, cómo retenerte. Cómo explicarte que necesito un
último consejo, una última palabra y un último beso.
Son palabras pensando en tus
sueños, son lágrimas trayendo tu aliento, son miradas dirigidas al universo, esperando
que te expulsen, que entiendan que te necesito. No brotan conectores que digan
lo que siento, no puedo llorar porque la soledad se ha hecho dueña de mi alma y
apenas puedo observar el infinito…
Busco explicaciones coherentes,
recurro a libros y hasta la palabra espiritualidad, indago intentando traerte,
regresarte, experimento cruzando el umbral, me uno a un sigilo, pero no soy
capaz de percibirte.
Me arrodillo a ese crucificado,
veo como su madre llora junto a la cruz, descubro su dolor, suplico que me
entienda, que no repita la historia, que sea capaz de entenderme, pero no hay
más que estatuas frías en absoluto silencio.
De repente, en la más absoluta
conexión conmigo mismo te descubro. En lo más íntimo de mi capacidad de
conocerme te encuentro. En la cotidianidad de mi experiencia nos vemos y
reencontramos como antaño.
Impensadamente, sabes lo que
siento porque jamás has dejado de estar. Sólo ha sido una mutación, un cambio
de sentido, un tiempo humano para una etapa perdurable, una incapacidad humana
para una eternidad perfecta.
No más lágrimas, sabiendo que
puedo abrazarte con mi capacidad de existencia. No más silencios porque he aprendido
a escucharte en el murmullo de la multitud. No más dolor ni angustias porque
entiendo que sigues brillando y que allí, en la inmensidad del amor eres
totalmente dueño de tus propios sentimientos.
No más tormentos porque al cerrar
los ojos regresas a darme las buenas noches. No más tristezas porque estás en
el aura invisible pero energéticamente transmisible.
Ahora, mientras avanzo hacia lo
nuevo, abriendo metas, cerrando heridas, apostando por proyectos, puedo
mirarme, sonreírme y hasta contemplar el brillo de la esencia.
Salen palabras, brotan partituras…