lunes, 17 de diciembre de 2012

Escribo para no olvidar


Qué sería de mí sin este sol que aún puedo sentir en mi rostro…

Qué sería de mí sin este maravilloso parque, poder aún elevar la mirada al cielo y ver, de vez en cuando, algún pájaro que se digna a revolotear por este jardín.

Qué sería de mí sin mis pensamientos…

¿Se acuerdan hijos míos? Tengo en mi memoria cada nacimiento, la felicidad de escuchar en lo más profundo de mí, el primer llanto y la inmensa alegría de ser madre. Mientras cierro los párpados y entrego mis sentidos a la energía exterior, una vez más mis ojos se llenan de emoción… No dejo de preguntarme si habré hecho lo correcto, si he estado a la altura de cada circunstancia y se he sabido ser madre.

Queridos hijos, hace mucho que nada sé de ustedes… Seguro siguen muy ocupados y progresando en la vida. Por mi parte, todas las mañanas, desde hace seis años lo primero que hago antes de ir al comedor con los demás abuelos es ir a recepción. Cuando la hermosa niña de allí escucha mis pasos se adelanta a decirme: -“Abuela, aún nada… Ya llegará el día, vaya a desayunar que yo cualquier cosa le avisaré…” Me conozco a la perfección cada cuadro que lleva de la habitación a la mesa de entrada, cada día me cuesta caminar pero sé muy bien la cantidad de pasos que hay de un sitio a otro.
 
Queridos hijos, me gustaría contarles cómo es el hotel donde estoy desde hace años, sé que es mucho dinero el que ustedes pagan por mí… me apena ser un obstáculo en sus vidas… Tengo muchas amigas, todas casi de mi edad salvo Ledy, una abuelita de 95 años que me lleva 6 años… Ledy no habla, así que todas las mañanas, eso de las once me acerco a su habitación y leo las cartas que les escribo a ustedes...Ya que no sé dónde enviarlas, las guardo en un sobre y en el remitente siempre escribo “para mis hijos”… luego voy a la habitación donde está Ledy, me siento junto a ella, vuelvo a abrir el sobre y le leo cada día una carta… De esta manera sé que mis palabras no son volcadas al aire y sé que esta diminuta anciana comprende cada oración… Creo que ella me entiende, sólo una vez, hace mucho tiempo vino un señor a visitarla. Desde entonces las enfermeras y yo le damos un poquito de ternura.
  
Hoy estoy sentada en el parque de este hotel.  Algunos abuelos caminan y hablan con sus seres invisibles, otros prefieren sostener sus vidas con un bastón y meditar en el más absoluto silencio. Muchos hacen amistades con las adorables enfermeras que día a día nos cuidan, nos preparan la comida y hasta juegan a las cartas con nosotras.  A mí me gusta esto, sentarme en este banco junto a orquídeas y algunas rosas amarillas, a lo lejos se vislumbra una montaña y cuando asiento mi mirada a lo lejos comienzan a aflorar mis pensamientos.

Qué sería de mí sin mis pensamientos… 
 
Qué magnifica aquella noche donde mi hijo mayor, con tanto sacrificio de su padre, al fin ha sido graduado. Sentía orgullo de tener mi primer hijo con su título, el sacrificio de pagar una Universidad y de trabajar duro todos los días se vio reconfortado esa noche… Me sentía una madre feliz y sobre todo, agradecida.

Qué hermosa aquella tarde del 8 de diciembre donde los dos se turnaban para colocar las bolitas en el árbol de navidad. Intentando colorearlo y darle brillo para que los Reyes Magos se sorprendan y dejen allí muchos regalos.

Aún tengo en mi interior esa duda que supongo, jamás será esclarecida, ¿habré sido buena madre…? He aprendido cada día, intentaba transmitir el sentido de la vida, el aprecio por la sencillez y a sujetarse en las penurias. Vuestro padre y yo hemos dado todo para que aprendan que la felicidad despierta cuando sus ojos se abren, que lo más importante en esta vida es construir y amar…

Queridos hijos… El frío comienza a penetrar en mis delicados huesos. Las enfermeras me dicen que entre a la Residencia, no es hora de estar fuera. A paso lento pero aún con ganas de seguir luchando me voy hacia mi habitación desde mi ventana sigo viendo la misma montaña y cómo el sol poco a poco nos presenta la noche…

Mañana será otro día, a lo mejor, antes de llegar a la mesa de entrada, la hermosa niña me diga: ¡abuela, ha recibido una carta…!

Por el momento, sigo con mis pensamientos…