miércoles, 8 de febrero de 2017

Jamás es tarde, ¡jamás!

Dedicado a un ser muy especial…

Y sí, pueden pasar años, infinidades de motivos y hasta miles de fracasos, pueden brotar lágrimas y marcar el rostro de tristeza, pueden hasta bloquearme y no tener la capacidad de ser quien tenía que haber sido, pero, llegará ese día donde aprenderé a conducir mi propia existencia. ¡jamás es tarde!

Cuando la arena acaricia mis pies, cuando el viento renueva oxígeno y cuando el mar me envuelve en su misterio me doy cuenta que estoy aprendiendo a vivir… Me he olvidado de los años, no sé quién fui, poco me interesa saber quién soy porque hoy, me concentro en el mañana; agotaré mis últimas energías en conocerme y darme los mejores placeres jamás realizados.

Ayer pensaba que ceñirme en tu círculo me daba esperanza de tu cambio, me iluminaba esos arranques de ternura que tenías hacia mí, esos abrazos intensos pidiéndome perdón y el jamás lo repetiré… volvías a quebrantar y clavarme, una vez más, en la misma herida del pasado… y así, mi propia mente buscaba las explicaciones, discutían en lo más profundo de mí y dejaba que otra vez, me encierres en tus caprichos sin sentidos…

Rompen las olas, camino dejando mis pequeñas marcas, se las lleva el mar y quedan en el intento el querer rescatarlas, como si el mismo universo me dijese que es tiempo de orgullo personal, de dignidad, de valentía y de erguirme frente a mí mismo y avanzar, de fijar una meta personal, olvidarme de los miedos y levantarme una y otra vez.

Me ponía detrás, creyendo que tenías siempre la razón, procuraba no darte malos momentos, insistía en atenderte con marca personal, quería y anhelaba tu reconocimiento, deseaba ese cariño y un susurro al oído, imaginaba cómo seríamos en el futuro… La recompensa era la anulación, me sentía el ser humano más pequeño, honré tu vida ante la mía, olvidé mirarme al espejo por agradarte, fueron lágrimas no deseadas, silencios cargados de ira,  súplicas al más allá de que me dijeras un te quiero y hasta un cerrar los ojos sin querer volver a abrirlos.

El viento y la calidez del sol impulsan mi naturaleza humana, estoy capacitado para enfrentarme y caminar por donde quiero y he deseado, reírme sin parar, ya no más miedos ni recelos, ponerme frente a ti, mirarte y decirte que el sendero que hemos transitado ha sido un error y soy dueño de mis pensamientos, hoy; respirando y sintiéndome la persona más libre puedo vociferar que ya no más; que ahora, mi vida es fruto de mi hacer y jamás entregaré la conducción de ella.

La finura de la arena, la bondad de lo creado y el misterio de lo infinito me aferran, me enaltecen y me empujan a la elevación de mi ser; mañana, cuando abra mis ojos y me mire al espejo podré descubrir el brillo que proviene de mi propia alma porque me lo pedía a gritos, imploraba que no la abandonase y que los pensamientos no sean dueños de mis acciones.  

Cierro la puerta a lo que fue. En el olvido queda aquello que no avanzó. Enterrado permanecerá el resquemor y el resentimiento. Ya no habrá dolor en el pecho por lo inalcanzable. Ya no más explicaciones de promesas incumplidas. Apago la luz a la tristeza. Aspiro aquellas migajas de soledad. Despido con absoluta valentía al miedo que me condicionaba y me hacía esclavo de mi propia vida.

Necesitaba este respiro. Saber que no soy uno más en la inmensidad de seres humanos, sino que soy yo; con mi historia y mi experiencia. Esta vez, tengo la llave a la plenitud, observo lo que vendrá, me lanzo a lo nuevo, me olvido del tiempo, agradezco a la misma vida lo que tengo y juro, a mi alma, que seré yo y mis circunstancias…

Deseaba que el viento sacudiera mi rostro, ansiaba reconquistar lo que fui, enamorarme de proyectos, sonreír y escuchar, aconsejar y actuar. No habrá más miedos, tampoco inquietud ni mucho menos dolor.

Soy lo que soy. Pero decido qué querré. Por eso, esta vez, inhalo con fuerzas y vuelvo a empezar.

Y sí, los años pasan, muchos aconsejan, pero necesitaba reencontrarme, percibir a mi alma y, sobre todo, conquistarme. 


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