martes, 21 de junio de 2016

Tu propio silencio...



Recuerda que amar es aplicar la ley de la naturaleza, dejar atrás los malos momentos y aprender que el amor no es más que la esencia de la vida, energía que inicia un ciclo que transforma y convierte.

Recuerda que llorar es explicarle a tu ego la fragilidad en la que te sostienes, extirpar el dolor, apaciguar el mar interno, suspirar y volver a navegar. 

Recuerda que reír es demostrarte que la felicidad no es heredada por ideologías; si no que es pactada entre tu alma, tus sentimientos y el momento. No permitas que te engañen con la felicidad del más allá, lo vivido y experimentado es lo recordado.  

Recuerda que lo eterno no existe, lo perfecto es construcción lingüística y la muerte simplemente un cerrar de ojos y dejar de respirar.

Recuerda que ayudar es de grandes y de sabios, que agradecer es de humildes y exitosos y la servicialidad es un don que se cultiva, ejercita y reconforta. 

Recuerda que los valores son enseñanzas de tus mayores, son alimentos en ese camino transitado, son opciones en el día a día y satisfacción por ser como eres gracias a lo que te han enseñado.  

Recuerda que la melancolía es frescura, alivio para el alma, un tiempo de alejarse para volver íntegro, sano y con mejores capacidades. 

Recuerda que la soledad a veces es amiga otras, enemiga; puede ser sabiduría y remedio natural o, tal vez, destrucción y con falsas expectativas. No permitas que domine tus sentimientos, eres dueño de tu alma y moderador de tu existencia.  

Recuerda que escuchar y aconsejar es de personas sensatas, preocupadas y dispuestas a enseñar, sabiendo que hoy te toca a ti y que mañana, quizá, me toque a mí. 

Recuerda que juzgar te envenena, alimenta tu orgullo incapaz de hacerte ver en el espejo, te lleva a la cama pensando en cómo destruir y jamás en tener el dulce sueño de la más apreciada vida que podrías escoger. 

Recuerda que los caminos son espinosos, las enfermedades están, las muertes aparecen y que el dolor es inevitable. Pero recuerda que eliges el destino, evades las espinas, superas etapas, el dolor se relaja, las noches son largas, solas, pero al final, poco a poco, el alivio aparece. 

Recuerda que somos humanos, la finitud existe, si me equivoco dímelo, no gires la cabeza y te olvides que aquí estuve.  

Recuerda que la soledad duele, destroza, agota, aísla y te lleva a su guarida, si puedes empújame a la claridad, enséñame que la vida también es armonía, paciente y con ganas de darme otro empujón.  

Recuerda que los años pasan, lo que fui quedó en aquellas fotografías, lo que era ya no es lo que ves, la piel se desgasta y el tiempo amenaza con detener los últimos segundos, si estás aquí, todos los días dime te quiero o simplemente, dame un beso. 

Recuerda que estuve. Cuando recuerdes esos días o, la tristeza y el silencio quieran imitar mi nombre, escucha el sonido de aquél piano, déjate llevar por los recuerdos que jamás mueren, esos que nos hacen sonreír, llorar y suspirar. 

Simplemente, tus recuerdos. 

miércoles, 15 de junio de 2016

A lo mejor, algún día...

No pretendo que te pongas en mi lugar, mucho menos que pienses de la misma forma en cómo veo la realidad; simplemente que me escuches, comprendas y si se puede, aceptes.

A lo mejor, si el cauce de la vida fuese de otra manera, si existiese la posibilidad de ser yo quién escribiese la historia de mi camino, puede que borre y vuelva a comenzar…

A lo mejor, si tuviese el destino en mis manos, si pudiese extenderlas y de un suspiro hacer cosas que no hice, dar marcha atrás o retroceder un poco y evitar que mi alma tenga esa sensación de sofoco, me giraría y cambiaría el sentido de mi caminar…

Algunos dicen que lo pasado simplemente es pasado, que es olvidado y hasta enterrado; otros que de él se aprende, se madura y que el alma se envuelve con venas fuertes y no dejan caer lágrimas cómo en antaño.

Quizá, si el pasado sólo fuese un tiempo verbal, la soledad no sería una amiga tan cercana. Posiblemente si en el olvido quedan aquellos que me han amado, pero tristemente se han esfumado no sería hoy quién intento ser, no podría abrazar y entender, mirar y aceptar, escuchar y comprender.

Muchos comentan así es la vida, a veces te pone a prueba, te da bondades y hasta te hace elegir para que seas el propio artífice de cada suspiro.

Es posible que, si el tiempo fuese comprensible y hasta egoísta, me permitiría el lujo de volver allí, justo donde comencé aquella vez… No para cambiar mi forma de ver la realidad, tampoco para agradar a quién no pude sacarle una sonrisa, menos para demostrar que soy más que ellos o menos que aquellos… simplemente para reaccionar de otra manera, para tocarme el pecho y sentir que el daño no es el mismo, que el fracaso escrito con lápiz con el tiempo se borra y que la pena, solo es pasajera.

Tal vez, si el cosmos me permitiese viajar y reencontrarme con aquellos que ya se han ido, correría a su encuentro y absolutamente caería a sus brazos, me dejaría inmiscuir en su sustancia y así, experimentar el amor trascendental; ese que no se dice ni se ve, simplemente se siente.

Sólo por un instante, si el túnel me hace llegar a ellos, actualizar sus rostros, conectarme, expresarles mi soledad, quebrarme en el llanto y quedarme con sus olores, tal vez, el impuso y la energía hoy, sería completamente diferente.    

Me mantengo en el más absoluto silencio, cierro los ojos, vuelo sin sentido, dejo que mi alma navegue en lo más profundo, que mi corazón disminuya sus latidos y así; así, poder llegar a ese rincón desconocido.

Encontrarme y no tenerme miedo… saber que existo, que he sido y que soy, reconocer que allí ahogo mis sufrimientos y aparece la sombra de la soledad disfrazada de amiga y confidente.

Soy capaz de escuchar la música en el más despótico silencio, puedo observarme desde lejos, examinarme, llorar de mí mismo y hasta reírme de lo que fui, de lo que soy…

A lo mejor, si alguien me vuelve a dar un lápiz y un cuaderno comienzo a reconstruirme, a elegir el camino, a evaluar el trayecto y comenzar a incluir a seres queridos.

Tal vez, si la vida me permite, hasta podré sentarme contigo, mirarte a los ojos y reflejarme en tus vivencias y emociones.

Quizá, los años me hagan más sabio, puede que hasta más cauto y un poco más comprensible, no seré yo quien juzgue tus pasos, quien destruya tus ilusiones, quién arranque el capricho de tu vida por sólo probar, al final, en la vida lo que no se intenta no se logra y lo que no se hace el tiempo lo fulmina, él no es servicial y jamás se vuelve al aquí y el ahora.

A lo mejor, hoy comienzo desde cero. No importa si por aquí ya he pasado, no me avergüenza elevar la mirada y pedirte perdón, no me siento indigno de pedirte ayuda, deja; no intentes limpiar con tu mano mis lágrimas, es sinónimo de que te necesito, que nos complementamos y hasta de que nos aceptamos.

Seguramente, esta vez, la vida me da opción a equivocarme, pero ahora estás. Antes, esa amiga llamada soledad se alegraba de tenerme a su lado, se aferraba en mis hombros y llorábamos juntos.

Ahora entiendo que caminar no sólo es avanzar, también es observar, recordar y aceptar. Van y vienen, están, se van, regresan, desaparecen…

No pretendo que te pongas en mi lugar, mucho menos que pienses de la misma forma en cómo veo la realidad; simplemente que me escuches, comprendas y si se puede, aceptes.