El valor de lo pequeño

Camino entre la muchedumbre, me detengo, miro cada gesto, cada movimiento, a veces, alguien se apiada y me observa; proyecta su mirada sobre la mía y mi alma intenta conectar con este mundo…

A veces, alguien es capaz de extender su mano y hacer un mero acercamiento sobre la mía, rozar piel con  piel… pero entiendo que es algo inadecuado.

Llega el frío y el silencio. Una noche solitaria y llena de recuerdos; lo único que me ayuda a respirar e impulsarme al nuevo amanecer… Hoy, sentado en este pedazo de cartón, intentando cubrirme del frío y de la brisa, poder cerrar los ojos y que el mañana, ese día que en horas llegará, me brinde la oportunidad de pertenecer a él y no de ser un simple mendigo; una persona que ayer, por suerte o por victoria tuvo oportunidades, risas, miradas y felicidad… Todo eso se ha desvanecido… el sistema, el mundo, la política, la crisis o yo mismo me han dejado en esto: una persona que sólo emite pena y recibe monedas o trozos de pan para saciar el estómago. Una persona sin alma, porque ella ha decidido abandonarlo, no pertenecer a ese presente, no desea penas ni lástima alguna. Sólo queda este cuerpo, rajado por el tiempo, lleno de fatigas por falta de proteínas, consumido por el alcohol; vicio que ayuda a olvidar…

Me marea tanta gente. Pero continúo…  Mis horas son diferentes a las tuyas, no tengo miedo a cerrar los ojos y decir adiós, nadie sentirá mi ausencia, quizá, pero quizás, alguna abuela que me baja todas las mañanas un vaso de leche caliente, o el dueño del bar de la esquina que me permite entrar a su baño… o a lo mejor, aquél niño del edificio de enfrente que me saluda todas las noches antes de irse a dormir…

No tengo miedo a decirlo, son un vagabundo, una especie de humano en situación límite, una persona que daría lo que no tiene por sentir un verdadero abrazo, aquellos que seguro tú, recibes todos los días. Sería la persona más feliz con tan solo una mirada y un te quiero, una sonrisa de esas que salen de las profundidades de todo ser humano…

Antes, no era conciente del apretón de una mano, el calor que sale de ella… hoy, junto las mías y ensayo cómo sería si viniese alguien y me daría un “apretón”.

Las noches son largas, suelen ser sinceras, frágiles y muy amargas…. Pasan jóvenes sonriendo a carcajadas, saltando y cantando, caminan parejas, enamorados y construyendo un futuro juntos… nadie me ve, no son capaces de girar su rostro y observarme, aquí estoy, sentado en este rincón. Con mis pantalones sucios, destrozados por el tiempo, mi chaqueta donada por una bella y amable anciana que me dijo: -¡cuídala mucho que era de mi marido!,  mi pelo largo, duro, descuidado, un rostro apagado, asfixiado y una mirada sin alma…

No pretendo dar lástima. No quiero ni deseo juzgar. No eres responsable de mí día a día. No es mi intención sacarte una lágrima. Ni hacer de este escrito una imagen de cómo soy.

Simplemente, escribo porque deseo, anhelo, pido a gritos que mi alma regrese… para eso, sólo basta una mirada, un abrazo, una sonrisa.




P/D: Ojalá, seamos capaces de ver más allá de nuestro universo.



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