Despacio, en pleno silencio de la
noche, como niño que se levanta de la cama y corre a la cocina por un dulce,
como adolescente que llega tarde y no quiere despertar a sus progenitores, como
padres que se van a descansar luego del mayor logro de la noche: dormir a su
hijo; así lentamente, me acerco a la habitación, recapacito que mi única
compañía, en esta fría noche, es la soledad…
Me recojo junto al fuego, mientras
contemplo casi hipnotizado cómo las llamas arden y seducen constantemente el aire,
mis recuerdos me visitan, me avivan las emociones y hasta me impulsan a indagar
en la eterna búsqueda de la felicidad.
Brotan las imágenes, parece que los
recuerdos no se conforman con quedarse allí, en lo más profundo de nosotros,
les fascina tener oportunidades y manifestarse, se sienten dueños del momento y
con la capacidad de liderar cada emoción.
Te haces presente mamá, qué guapa
fuiste. Alta, morena, pelo lacio y con mirada color cielo. Cuántos años han
pasado, observarme, me has dejado allí, finalizando una etapa, intentando saber
si quería ser médico o abogado, si salía y buscaba nuevos rumbos; te fuiste,
así, como un pájaro que emigra buscando su oportunidad de descanso.
Mírame, creo que he intentado
imitarte, absorber lo que me has inculcado: dar las gracias siempre, mejor que
sean demás a que falte sólo una, volverse y pedir perdón, pero con el alma, que
duela, al final, la cabeza olvida. Ayudarlo, no importa si no sé quién es y de
dónde viene, estamos de paso en este mundo y seremos juzgados por lo que hemos
hecho, cómo y en qué momento actuamos.
Pues sí, déjame que te reproche tu
ausencia, estuve caminando herido, nadie me daba la respuesta a tu huida, y
jamás, nunca he perdonado ese: descansa en paz… No, aún no era tu momento; aún
no.
Conservo aquella fotografía,
sentada en ese sillón blanco, con rostro feliz, abrazando a ese pequeño,
dedicándome tu sonrisa y aferrándote a la vida como dueña y señora del amor,
plasmada quedó en esta imagen los sentimientos del momento… no importaba que
ese, quién sería mi padre, por cobardía se esfumara.
Te miro madre, me observas y poco a
poco, en la calidez del fuego, desapareces hasta volverte a encontrar, quizá, en
mis infinitos recuerdos.
Cierro los ojos, me acaricio mis
propias manos, las siento ásperas y casi adormecidas… me emociono sabiendo que
fui lo que quise ser, que tenía metas, miedos y dudas, pero que aposté por lo
que ambicioné, me lastimé, me enfurecía conmigo mismo y lo volvía a intentar.
Sé quién fui, me reconozco en cada rincón, en cada acción y hasta en cada
expresividad de viejo quisquilloso…
Te encontré en medio de dudas,
fuiste dueña de mi corazón, razón de mi vida y hasta luz en mis oscuridades.
Crecimos enamorados, compartimos vida y hasta creamos espacios, madurábamos
juntos reconociendo los errores y apostando por el futuro. Nos juramos amor
eterno, cuidarnos mutuamente, despertarnos con la felicidad de tenernos y
dormirnos con el abrazo del amor…
Así te quedaste, dormida en mis
brazos. Sabías que te ibas y no me lo dijiste, esa noche pronunciaste: eres
aquello que me ha dado latido, eres sangre en mis venas y energía en mi vida,
me diste un beso, nos comunicamos en el silencio y sin más, te despediste.
Con los años comprendí que el amor
que me tenías era tan grande que no quisiste que sufriera a tu lado sabiendo
que un día te irías, así sin más. Aquí, en este calor del fuego te revelo que,
desde ese día que te despediste, todas las mañanas te contemplo y todas las
noches duermo cercano a tu alma, suspirando que pronto nos reencontraremos en
el amor celestial.
En mi juventud creía que la vida
sólo daba miles de oportunidades y que podías escogerlas según las sensaciones
y las vibraciones, con la madurez comprendí que sí, que te da un sinfín de
alternativas y que te invita a que subas al tren; ten en cuenta que si arranca
y te quedas mirando lo lamentarás eternamente… acelera el ritmo si ves que
llegas tarde, sube y si te equivocas, habrá tiempo para bajarse y actualizar la
ruta.
Quedarse en el intento de probar,
indagar o esperar al siguiente es actitud de un temeroso, erguido y con la
fuerza de ser quién eres podrás experimentar y siempre vivir como es correcto:
con motivaciones y expectante a lo que llegará, futuro, siempre a futuro, al
final el pasado son capítulos que se contarán por otros, tú ya lo has
vivenciado; arranca lo insano, lo doloroso, no te quedes en lo que no ha sido y
así, sentado junto al fuego, podrás contarle a tu vejez, parte de tu historia.
Fue tarde, pero nos reencontramos.
Hubiese querido compartir contigo más etapas, no sé qué nos pasó, juramos
siempre que, pase lo que pase, nuestra amistad sería duradera y hasta el final…
Tengo un vacío querido amigo, me faltan puzzles que no encuentro sólo sé que
todas las tardes, por más que tú no lo sepas, voy, te veo y me siento allí, a
la vera de tu cama, estaré, porque hemos sido y somos amigos… no sé nada de tu
vida desde aquella tarde donde me dijiste que te ibas a trabajar fuera, esos
días han sido treinta años… hoy, tampoco tú eres dueño de tu vida, tu mente ha
decidido quedarse dormida pero no estás solo, aquí me tienes, los dos viejos,
arrugados pero amigos…
Me quedo con lo que me dijiste
cuando terminamos el instituto, los dos, estaremos en caminos separados,
pensaremos diferente, iremos, volveremos, pero nos tenemos… y cuando seamos
viejos el primero que caiga el otro cuidará, para eso son los amigos. Aquí me
tienes querido hermano, compañero. Ojalá puedas escucharme, que sepas que hoy,
pese al frío y la llovizna el día es especial, celebramos tu cumpleaños, feliz
90 años, intenta engañar a tu mente, busca en el recuerdo, aférrate y verás que
hemos tocado la felicidad con las manos.
Claro que sí, claro que he sido
feliz, ha venido en forma de mujer, de amor, de amistad, de sorpresas, de
emociones, de reencuentros, cumpleaños, noches, es magia, es perfecta y es
única… la felicidad es momento oportuno, la tuve en mis manos, la abracé, sabía
que era la perfección de un instante y en un tiempo limitado, por eso la
aproveché y me dejé llevar…
También apareció ella, vestida de
dolor y de sufrimiento, no te pude evitar, jugabas a desaparecer para siempre,
pero te ocultabas en mis momentos de vacío y nostalgia, confundías mis
sentimientos con llantos que amargaban mi corazón… hasta que te supe
comprender, nos hicimos confidentes y hoy, querida soledad, sabes que soy yo
quien te llamo y no tu quien me guía.
Lo vivido ha sido pisado,
desgastado y las huellas han quedado. Te sonrío mientras se consume el último
leño, quizá, mañana por la noche te vuelva a ver… Me pedirás más recuerdos,
esos; que llegan y te das cuenta que sí, que has subido al tren, que sí has
apostado por ellos; por aquellos que te han amado, que has luchado por los que
hoy no están o simplemente por los que jamás te dijeron gracias y que, tal vez,
merezcan nuevas oportunidades.
Por lo pronto, mañana, en el
silencio de la noche, vendré despacio y contemplaré cómo el fuego me trae
buenos recuerdos...