viernes, 25 de noviembre de 2016

Despacio

Despacio, en pleno silencio de la noche, como niño que se levanta de la cama y corre a la cocina por un dulce, como adolescente que llega tarde y no quiere despertar a sus progenitores, como padres que se van a descansar luego del mayor logro de la noche: dormir a su hijo; así lentamente, me acerco a la habitación, recapacito que mi única compañía, en esta fría noche, es la soledad…

Me recojo junto al fuego, mientras contemplo casi hipnotizado cómo las llamas arden y seducen constantemente el aire, mis recuerdos me visitan, me avivan las emociones y hasta me impulsan a indagar en la eterna búsqueda de la felicidad.

Brotan las imágenes, parece que los recuerdos no se conforman con quedarse allí, en lo más profundo de nosotros, les fascina tener oportunidades y manifestarse, se sienten dueños del momento y con la capacidad de liderar cada emoción.

Te haces presente mamá, qué guapa fuiste. Alta, morena, pelo lacio y con mirada color cielo. Cuántos años han pasado, observarme, me has dejado allí, finalizando una etapa, intentando saber si quería ser médico o abogado, si salía y buscaba nuevos rumbos; te fuiste, así, como un pájaro que emigra buscando su oportunidad de descanso.

Mírame, creo que he intentado imitarte, absorber lo que me has inculcado: dar las gracias siempre, mejor que sean demás a que falte sólo una, volverse y pedir perdón, pero con el alma, que duela, al final, la cabeza olvida. Ayudarlo, no importa si no sé quién es y de dónde viene, estamos de paso en este mundo y seremos juzgados por lo que hemos hecho, cómo y en qué momento actuamos.

Pues sí, déjame que te reproche tu ausencia, estuve caminando herido, nadie me daba la respuesta a tu huida, y jamás, nunca he perdonado ese: descansa en paz… No, aún no era tu momento; aún no.

Conservo aquella fotografía, sentada en ese sillón blanco, con rostro feliz, abrazando a ese pequeño, dedicándome tu sonrisa y aferrándote a la vida como dueña y señora del amor, plasmada quedó en esta imagen los sentimientos del momento… no importaba que ese, quién sería mi padre, por cobardía se esfumara.

Te miro madre, me observas y poco a poco, en la calidez del fuego, desapareces hasta volverte a encontrar, quizá, en mis infinitos recuerdos.

Cierro los ojos, me acaricio mis propias manos, las siento ásperas y casi adormecidas… me emociono sabiendo que fui lo que quise ser, que tenía metas, miedos y dudas, pero que aposté por lo que ambicioné, me lastimé, me enfurecía conmigo mismo y lo volvía a intentar. Sé quién fui, me reconozco en cada rincón, en cada acción y hasta en cada expresividad de viejo quisquilloso…

Te encontré en medio de dudas, fuiste dueña de mi corazón, razón de mi vida y hasta luz en mis oscuridades. Crecimos enamorados, compartimos vida y hasta creamos espacios, madurábamos juntos reconociendo los errores y apostando por el futuro. Nos juramos amor eterno, cuidarnos mutuamente, despertarnos con la felicidad de tenernos y dormirnos con el abrazo del amor…

Así te quedaste, dormida en mis brazos. Sabías que te ibas y no me lo dijiste, esa noche pronunciaste: eres aquello que me ha dado latido, eres sangre en mis venas y energía en mi vida, me diste un beso, nos comunicamos en el silencio y sin más, te despediste.
Con los años comprendí que el amor que me tenías era tan grande que no quisiste que sufriera a tu lado sabiendo que un día te irías, así sin más. Aquí, en este calor del fuego te revelo que, desde ese día que te despediste, todas las mañanas te contemplo y todas las noches duermo cercano a tu alma, suspirando que pronto nos reencontraremos en el amor celestial.

En mi juventud creía que la vida sólo daba miles de oportunidades y que podías escogerlas según las sensaciones y las vibraciones, con la madurez comprendí que sí, que te da un sinfín de alternativas y que te invita a que subas al tren; ten en cuenta que si arranca y te quedas mirando lo lamentarás eternamente… acelera el ritmo si ves que llegas tarde, sube y si te equivocas, habrá tiempo para bajarse y actualizar la ruta.

Quedarse en el intento de probar, indagar o esperar al siguiente es actitud de un temeroso, erguido y con la fuerza de ser quién eres podrás experimentar y siempre vivir como es correcto: con motivaciones y expectante a lo que llegará, futuro, siempre a futuro, al final el pasado son capítulos que se contarán por otros, tú ya lo has vivenciado; arranca lo insano, lo doloroso, no te quedes en lo que no ha sido y así, sentado junto al fuego, podrás contarle a tu vejez, parte de tu historia.

Fue tarde, pero nos reencontramos. Hubiese querido compartir contigo más etapas, no sé qué nos pasó, juramos siempre que, pase lo que pase, nuestra amistad sería duradera y hasta el final… Tengo un vacío querido amigo, me faltan puzzles que no encuentro sólo sé que todas las tardes, por más que tú no lo sepas, voy, te veo y me siento allí, a la vera de tu cama, estaré, porque hemos sido y somos amigos… no sé nada de tu vida desde aquella tarde donde me dijiste que te ibas a trabajar fuera, esos días han sido treinta años… hoy, tampoco tú eres dueño de tu vida, tu mente ha decidido quedarse dormida pero no estás solo, aquí me tienes, los dos viejos, arrugados pero amigos…

Me quedo con lo que me dijiste cuando terminamos el instituto, los dos, estaremos en caminos separados, pensaremos diferente, iremos, volveremos, pero nos tenemos… y cuando seamos viejos el primero que caiga el otro cuidará, para eso son los amigos. Aquí me tienes querido hermano, compañero. Ojalá puedas escucharme, que sepas que hoy, pese al frío y la llovizna el día es especial, celebramos tu cumpleaños, feliz 90 años, intenta engañar a tu mente, busca en el recuerdo, aférrate y verás que hemos tocado la felicidad con las manos.

Claro que sí, claro que he sido feliz, ha venido en forma de mujer, de amor, de amistad, de sorpresas, de emociones, de reencuentros, cumpleaños, noches, es magia, es perfecta y es única… la felicidad es momento oportuno, la tuve en mis manos, la abracé, sabía que era la perfección de un instante y en un tiempo limitado, por eso la aproveché y me dejé llevar…

También apareció ella, vestida de dolor y de sufrimiento, no te pude evitar, jugabas a desaparecer para siempre, pero te ocultabas en mis momentos de vacío y nostalgia, confundías mis sentimientos con llantos que amargaban mi corazón… hasta que te supe comprender, nos hicimos confidentes y hoy, querida soledad, sabes que soy yo quien te llamo y no tu quien me guía.

Lo vivido ha sido pisado, desgastado y las huellas han quedado. Te sonrío mientras se consume el último leño, quizá, mañana por la noche te vuelva a ver… Me pedirás más recuerdos, esos; que llegan y te das cuenta que sí, que has subido al tren, que sí has apostado por ellos; por aquellos que te han amado, que has luchado por los que hoy no están o simplemente por los que jamás te dijeron gracias y que, tal vez, merezcan nuevas oportunidades.


Por lo pronto, mañana, en el silencio de la noche, vendré despacio y contemplaré cómo el fuego me trae buenos recuerdos...

miércoles, 16 de noviembre de 2016

La aceptación es parte de la madurez



Ya es tiempo que sea yo, junto a mi universo, a mi soledad y hasta mi propio ego que se sienten e interactúen, comprendan y entiendan que soy justamente yo; único e irrepetible, quien debe coger las riendas de la vida, dirigirla por el sendero más adecuado, equivocarse miles de veces, sabiendo que lo que hice o lo que haré tendrá heridas de madurez, pero con final feliz.

La introspección me revela lo que realmente soy, sé que tengo que modificar comportamientos, pero que, por mi estado de confort no me atrevo a cambiar y ni siquiera a intentarlo.

Estoy en pleno conocimiento que tengo miedos y que cambiar de actitud provoca desajustes, mueve estanterías y aquello que parecía perfecto demuestra que sólo era ficción, revoque y barreras personales para ocultar que la apariencia es sólo espejo de una falsa realidad.  

Sé que las dudas son parte de mi intensa imperfección y que debo aprender que no todos buscan en mí aquello que yo estoy dispuesto a dar; que la amistad es canal de reciprocidad permanente y que el amor es un acto de entrega, sabiendo que allí, en ese estado se han desvanecido los miedos y las inseguridades.

Comprendo que es el tiempo exacto para aprender a vivir y para cultivar el alma; cada acción tiene su reacción, cada momento tiene a su gente, cada etapa sus oportunidades, cada espacio sus disfrutes; me sentaré, miraré la copa y seré yo mismo quién brinde a mi propia salud, me emborracharé, dormiré y mañana, cuando el sol me obligue a abrir los ojos, serán nuevas proyecciones, nuevas vivencias y hasta nuevas respuestas. 

Conocerse, valorarse y aceptarse parece tarea fácil, al final, nacemos con nombres impuestos, evolucionamos probando y morimos en el intento de haber sido algo parecido a lo que somos, añoramos otras vidas, suspiramos otras experiencias y nos desvanecemos en un tiempo perdido.

Somos parte de los que ya no están, me han hablado de tus principios, de lo que decidiste hacer y de que, gracias a todo aquello, aquí estoy… miro al cielo, indago dentro de mis pensamientos e intento saber si tengo algo; un ápice de tus motivaciones en la vida, saber cómo has vencido al miedo y entender cuál ha sido tu escudo en momentos de caminos difíciles.

Es justo el tiempo, es en el aquí y en el ahora que decido ser como he tenido que haber sido, no importa que los segundos hayan construido marcas de vejez, las oportunidades aparecen y hoy, yo me aferro a ellas. Las decisiones son efectos, algunas con resultados a corto plazo y otras, las más difíciles, nos quedamos mirando el reloj.

Entiendo que si has llegado es para quedarte, que valoras el arte de la palabra, que cuando me dices que me amas son rimas que emanan de tu alma, que estás dispuesto a renunciar y a luchar por los dos y que algún día; cuando así se decida, serás tú o yo, uno de los dos, quien depositará la última flor en el lecho del descanso final.

Concibo al amor como lo que es; dulzura que corre por las venas, imágenes mentales que estabilizan el alma, verte, abrazarte, discutirte, respetarte, quererte, comprenderte, pero, sobre todo, proyectarnos, hablar de dos… apostar a las olas, enfrentarse al viento y descansar en los atardeceres.

Es momento quizá, de darte las explicaciones necesarias y que entiendas que soy yo quien, esta vez, ha decidido cerrar la historia.  Contemplarme desde lo más profundo de mi ser, me ha hecho comprender que tus miedos y tu cobardía te aíslan de la realidad y que prefieres la soledad y el cortoplacismo… Eliges tu egocentrismo y rechazas construir un futuro de dos. Será difícil, el amor no se esfuma de la noche a la mañana, pero quiero amar y ser feliz y jamás amar en eterno sufrimiento.  

Será mi alma quien se acaricie a sí misma, sabe que el amor que te he entregado era fidedigno e irrefutable, pero si no hay concordancia, no hay felicidad. 

Es justo aquí, donde decido que lo tóxico y lo superfluo se retiren de mi esencia, el amor es conexión y no manipulación, la amistad es un valor que se aprende y se construye, se reconoce en dos seres que se conectan y no en el aprovechamiento y la avaricia de algunos. 

Quedo sostenido en el más absoluto de los silencios, desde allí, desde el centro de mi ser me observo, distingo lo que deseo y me aíslo de la banalidad…
  
Desciendo y vuelvo a la realidad, esta vez, me aferro a nuevas metas, abro mi corazón a verdaderos amigos y conecto con quién pide entrar a mi alma. 

Al final, la vida me da oportunidades; únicos momentos en los que debo escoger, aceptarlos o dejarlos ir. 

Es la vida quién me ofrece etapas, algunas complicadas, amargas, con difícil aceptación, rechazo y dolor, otras con aroma de felicidad y de bienestar.  

De todas formas, ya es tiempo que sea yo, junto a mi universo.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

PUEDE

Puede,
que me mires con ternura de amigo, con cariño de familia, con amor verdadero, que entiendas que cuesta levantarse, que duele el silencio, que arde el alma y que, poco a poco, lo intento…

Puede,
que estés a mi lado, que seas calor de abrazo, hombro de llantos, oído de preguntas sin respuestas, miradas de comprensión y lágrimas de entendimiento…

Puede,  
que interrogue a la vida, que reniegue de la naturaleza humana, que no encuentre la salida a todo problema, que hoy, la esperanza sea simplemente fracaso, que las enseñanzas del pasado se traduzcan en teorías de imbéciles sin sufrimientos, que los tópicos de la felicidad existente sean de cuentos fundidos en una realidad donde cada uno camina en su eterna solitariedad…

Puede,
que me cuentes tus cosas y que mi mente divague por el mundo de las ideas, que me pidas ayuda y sientas que jamás he estado a tu altura, que la mano que me has pedido ha quedado en el intento y no en la efectividad…

Puede,
que te hayas cansado sólo de escuchar y no de ser escuchado, de abrazarme y no de envolverte en mis brazos, de darme tus pañuelos y no de ser yo, quien, en alguna ocasión, haya secado tus lágrimas…  

Puede,
que ayer no te haya dicho lo que realmente sentía; hoy ya es tarde, el tiempo se ha precipitado y arrancó de la tierra tu esencia, te llevó, te desenterró, sólo me quedan tus recuerdos y el aroma que poco a poco comienza a desaparecer…  

Puede,
que desde el más allá; desde aquella estrella que brilla perenne, seas capaz de perdonarme, de comprender que, de manera humana somos incongruentes, egocéntricos y hasta preocupados por lo mundano y lo frívolo…

Puede,
que no entienda el concepto de felicidad, que no sonría desde el alma, que mis ojos no tengan brillo de humanidad, que mis labios no se extiendan al ritmo de la carcajada y que no sea capaz de llorar de tanto reír…

Puede,
que arrastre los pies al irme a dormir, que cierre los ojos deseando no volverlos a abrir, que me acurruque con mis propios pensamientos, que moje la almohada una y otra vez trayéndote a mi mente…

Puede,
que, al abrir la ventana, los rayos de sol produzcan más cansancio, que desee nuevamente la noche, el silencio y así, envolverme con mi alma y traerte a mis recuerdos…

Puede,
que el tren pase sólo por un segundo, que la vida no entienda ni de angustias ni de penas sino de intentos, de tropiezos y de moratones…

Puede,
que mis suspiros sean para unirme con tu energía, que mis arrugas marquen el fin de una trayectoria y que mis escritos sean para hacerte entender que la vida es aroma y frescura en las cuatro estaciones del año.

Puede,
que al leer estas palabras preguntes por mi historia, por mi vida… No repitas los tropiezos del camino de ayer, observa y avanza. Recuerda que vale más un abrazo en silencio que un beso en la mejilla y un hasta luego.

Puede,
que entiendas que, si brilla tu mirada, si abrazas con fuerza, si sonríes desde el alma, si ayudas con el corazón, si lloras cuando tienes melancolía y si añoras momentos, es ahí donde tu vida comienza a disfrutar de estado natural de la propia felicidad…

Puede,
que me entiendas.