La desigualdad social no procede de una voluntad
divina, su origen es el resultado de la propiedad privada y de los abusos de
aquellos que se apropian para sí de la riqueza del mundo y de los beneficios
privados que derivan de esa apropiación.
Jean Jacques
Rousseau
Muchas veces, las comparaciones suelen ser odiosas,
despiertan un malestar o una especie de “acidez” estomacal y comienzan a salir
de las cuevas aquellos nacionalistas –o acomodados- defendiendo a capa y
espada y justificando las medidas de un
gobierno que busca que las diferencias sociales sean claras y totalmente
destacadas.
No voy a entrar en el debate si un medio u otro están
a favor de un gobierno, si un Grupo es dueño de la “información” y la usa a su
conveniencia o si el otro, fiel a sus ideologías donde su único afán es llenar
de adjetivos calificativos al “gobierno de turno”. Para esto hay otros,
aquellos que se dedican a utilizar el micrófono para mostrar la tapa de un
medio y realizar un “bello discurso utilizando el benevolente derecho a
réplica”. La política se ha convertido en el arte de objetar lo que otros dicen
de “mí”.
Comenzamos a entrar en ese mundillo, en eso que hiere
nuestro orgullo de haber nacido en un determinado territorio y ver cómo un par
de “inservibles” destruyen lo que pertenece a cada uno de nosotros.
Que una República gaste más de 930 mil dólares (687
mil euros) de la Administración Federal para gastos de propaganda ya no es
inaudito, tampoco fuera de lo común… lo que sí es sorprendente es que, una vez
más, a todos nos de absolutamente igual. Que un señor, “alumno” de su
Presidenta asigne ese dinero para agitar la bandera de su partido político y
que cientos de miles de personas se congreguen en una plaza sosteniendo estas
barbaridades como medidas ejemplares es insólito, patético y hasta una
“tomadura de pelo”… Pero claro, qué se puede esperar cuando un vice-presidente
podría ser acusado por corrupción y aún así, la honorable y bien discípula de
Eva Perón, le deja el mando de Presidente de la República Argentina en su
ausencia. ¿Se puede esperar algo más?
Sí, se puede…
Por ejemplo que la Representante de todos y todas
–como a ella le gusta decir- firme y selle estas aberraciones para una
propaganda política cuando una familia de clase social “media” (sus amados
obreros y muchachos) tenga un suelo base de 324 euros y apretando el cinturón,
una familia normal tenga de gastos 540 euros.
Pero no pasa nada…
Argentina sigue andando. Más pobres. Menos educación.
Hospitales sin los abastecimientos necesarios. Una seguridad sólo para la
riqueza. Una tierra de algunos. Una Argentina que no aprende, no comprende y
sobre todo, que una y otra vez, coloca en el poder a analfabetos sociales, a
salvajes que ven “dinero” y se les abren los ojos como cuando un niño desea una
golosina.
Actuales son aquellas palabras de Montesquieu: “La
libertad política depende de la separación de los poderes…”
Aquella Madre Patria, la que se miraba con tanto
orgullo y se aspiraba a ser como ella. Una España donde comienzan a
vislumbrarse clases sociales cada vez más dicotómicas. Unos ricos marcados por
una ideología y unos pobres, aquellos que apelan hoy, a la caridad humana.
Qué se puede esperar de una Madre Patria cuando uno,
casado con sangre Real, aquella que lleva su Nación por sus venas “opta” por
“cubrir” los supuestos delitos de corrupción. Qué más se puede esperar cuando
un Jefe de Gobierno no es capaz de escuchar el llamamiento de un pueblo para
que la justicia sea igualitaria… Acaso, ¿se puede esperar algo más?
Sí, se puede…
Una España que intenta mirar a su alrededor. Una
España que tiene un sueldo base 645 euros frente a una Alemania cuyo sueldo
medio es de 1.217 euros ó a una Francia donde los profesionales comienzan a
trabajar con 1.400 euros con jornadas laborales de 35 horas, con subsidios
familiares para todos los residentes en Francia con uno o más hijos, con primas
por nacimientos y adopción, con subsidios para hijos minusválidos…
Se puede esperar una España que otorga a la Iglesia
más de 7 millones de euros anuales a estrellas que se reúnen y, entre el
incienso y los mantones de color púrpura, elaboran y debaten teorías sobre el “amor”,
la “educación”, los “hijos”, lo que es o no es “permisivo”. Lo que deberían
hacer estos “señores” es limpiar su nombre, su marca, su imagen. Qué pasen la
aspiradora en su alfombra, más de uno caerá, más de uno debería ser juzgado, ya
no con la mano divina, esta vez, con la mano del hombre: con la justicia
igualitaria.
Se puede esperar mucho más…
Aprender de aquellos países donde se pone el ojo en
lo social, se discute por una ley de educación que tenga futuro, que construya
grandes pensadores, que sean bilingües o trilingües. Un país, como Reino Unido
donde una pareja gay rellena una solicitud para adopción, donde el Estado
evalúa a la familia –si, a la familia- y en menos de 90 días ambos (ellos dos o
ellas dos) reciben a su hijo. Un País donde los derechos y deberes de los
ciudadanos son claros y no hace falta recordarlos en cada fecha patria. Un País
donde la política es antónimo de corrupción y
sobornos.
Se puede comparar por ejemplo una pequeña República
como es Uruguay, donde en 2013 pudo crecer económicamente y sacar a más de
30.000 familias de la pobreza. Simplemente porque los partidos políticos han
acentuado sus deberes en la esencia, en lo que el pueblo les ha confiado.
Parece ser que queda mucho por construir pero sobre
todo, darnos cuenta que lo que tenemos allí, en la Casa Rosada y en el Palacio
de Moncloa son personajes que deben rendir cuenta a cada uno de nosotros. Que
no valen los discursos u oratorias con palabras rimbombantes que vale la
verdad, el decir y el hacer: nada más.
Queda mucho por entender, sí, pero comparemos,
tenemos la capacidad de pensar –al menos la tenemos-, de discernir y vale más
un futuro que un sueldo extra.
Caso contrario, así estamos.
Un país que mira hacia la lejanía. Queriendo imitar a
su querida Europa. Llamándonos hijos de inmigrantes, con derechos en otros
sitios. Dándonos el lujo de reprochar políticas económicas y sociales de países
vecinos, creyéndonos poseedores de una “verdad” que no hay más que mirarla en
el día a día. Un País que tolera que en el Poder Ejecutivo se encuentre un
señor acusado como “presunto corrupto”. A lo mejor, en otras circunstancias, al
día siguiente tendría que haber presentado su dimisión y explicar al pueblo por
qué entrega el cargo concedido.
Nos quedamos en la historia.
En aquella potencia que salía a conquistar tierras
lejanas. En un País con grandes imperios y sueldos que permitían el placer de
vivir “en playas paradisíacas”, en dar el privilegio a que unos puedan estudiar
y pertenecer a una elite y otros, sólo realizar cursos. Un País que queda
inerte a las medidas económicas dictadas por unos pocos, medias que atañen a
todos. Un País que permite que aquél, que debe garantizar la Corona, mientras
su herencia nacional se hunde por la crisis, se encuentre tan relajadamente
cazando elefantes.
Un País que permite que se debata aún más y más la
ley del aborto (porque compensa a unos pocos) y permite que existan familias
que no tienen para darle de comer a sus hijos… Un País que pertenece a la
Comunidad Europea.
Es verdad, las comparaciones son tremendamente
odiosas, aplastantes y políticamente incorrectas pero algo hay en ellas,
despiertan un sentido, un afán. Sino, los reyes de la antigüedad, no hubiesen
deseado ser los mejores frente a otros.