lunes, 16 de diciembre de 2013

Navidad: la acción siempre es la misma…

El murmullo de los villancicos comienza a despertar… La tradición, la enseñanza, los sentimientos y a veces, la “obligación” me hacen desarmar aquella caja que año a año se envuelve según sus categorías: luces, bolas, pesebre, varios… La acción siempre es la misma…

En aquél entonces, cuando no participaba tan solo miraba y ni siquiera llegaba a colocar la estrella final. Aquella vez, cuando preguntaba si podía ayudar y ya no mirar… Aquella vez cuando hacíamos el pacto: yo lo armo, tú lo desarmas…. 

Otras tantas veces donde la pregunta era… ¿en qué lugar lo pondremos este año? ¿Al lado del mueble, junto al sofá, cerca de la ventana?... ¿Este año jugamos con el rojo, el plateado?

No lo puedo evitar… si bien la acción es la misma, la sensación y las emociones. Cuando me plateo por qué festejo la navidad; más allá de su tradición cultural y religiosa, sé que lo hago porque creo firmemente en el don de la palabra, la confianza, en las ganas de reencontrarme, en la llamada telefónica que me llena el tanque de afecto y me empuja a nuevos cambios… Porque sé que no somos eternos, que pasamos un tiempo y sólo dejamos un recuerdo…

Sentarme a contemplar aquellas figuras diminutas que año a año salen del armario para estar algunos días como actores del momento, me humedecen la verdadera esencia humana. ¿Qué poder tienen sobre mí? ¿Por qué,  si la acción es la misma?

De repente, sin querer o sin saber o, a lo mejor, queriendo y sabiendo, el sonido del reloj se hace único testigo de ese momento corto e intenso… aparece aquél villancico de la infancia, me observo y sonrío, me alegro por los que estaban, traigo al “aquí y al ahora” a los que se me han ido… puedo alcanzarlos con mis manos, abrazarlos y permanecer un instante… el tiempo que el reloj me lo permita.

Puedo disfrutar de mi pequeñez, de mí mismo y de los otros. Puedo pedir perdón olvidando lo pasado, dejando los rencores, te puedo mirar a los ojos y contagiar con la intensidad de la vida…

Aún puedo sentir el aroma que adentra a lo más profundo de mí… Hacerme pequeño y observar cómo otros extienden sus manos para colocar los adornos en el árbol de navidad… Puedo permanecer un instante al lado de aquél que luchó, me educó y a su manera me dijo lo que es la vida y cómo hay que vivirla… puedo, en este instante de recuerdos y alma húmeda, contemplarte, volver a mirarte y poder reírme contigo.

Es absurdo evitar que el alma no manifieste sus deseos y sus reminiscencias, es maravilloso saber que nadie se aleja de ti mientras tus recuerdos siguen allí… es extraordinario sentarse a contemplar y que cada lágrima que nace y se desliza sea porque el alma goza, canta y sonríe.

Qué dulce es la vida cuando te permite una segunda oportunidad, cuando te das cuenta que la equivocación es parte de la cotidianidad, que el fracaso y los errores son trozos de lana que sólo con paciencia y delicadeza se desenredan… Qué sabia es la naturaleza humana cuando el gesto, la mirada, el roce, el abrazo y el silencio son lenguajes únicos y oportunos que ayudan a expresar y transmitir lo que la palabra no puede porque carece de significado…

La acción es la misma… desarmar la caja del árbol de navidad y todos sus añadidos… El lugar es diferente. Las circunstancias son únicas. Esto es el verdadero significado que le atribuyo a la navidad: adaptarnos al tiempo y comprender que algunos se van… otros vienen;  recordar para no olvidar, para sentirse vivo y reír desde dentro; emocionarse por lo simple y lo sencillo; confiar en quien tengo al lado y ayudar cuando puedo hacerlo; olvidar aquellos “nudos” sin sentido, aquellos “trozos” de lana enredada para seguir tejiendo; perdonar desde el alma y con un abrazo; sentir que la vida avanza, que continua y que nos invita, día a día, a darnos la mano y disfrutarla.

Los villancicos ya han dejado de sonar… Las luces dentro de poco se apagarán… el árbol, el pesebre y todos sus complementos volverán a su destino. La acción es la misma. Pero ojalá; ojalá que algo diferente despierte en mí, que esta Navidad sea, además de recuerdos y copas elevadas, risas, tristezas, reencuentros, pérdidas, cambios y proyectos unas fechas para saber quién he sido, cómo soy y hacia dónde tengo que ir… 


1 comentario:

  1. Que gran artículo. me hace retroceder el tiempo y volver a la época de los abuelos - cuando la gente era más buena e imperaba el amor a Dios y la solidaridad.

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