miércoles, 16 de febrero de 2011

Alma sana en Cuerpo sano

Siempre dije que la vida, día tras día y a medida que uno va creciendo, te va regalando sorpresas, sólo debemos tomarlas y llevarlas a la experiencia personal.

Al salir de la facultad, mientras hacía tiempo para entrar en mi trabajo, me senté en un banco de la plaza a tomar el sol primaveral y sentir golpear sobre mi cara el aire cálido y escuchar el ruido de los pinos que bailaban incansablemente. A lo lejos, pude ver a una anciana que se acercaba, poco a poco, hacia mí. La acompañaba un perro, que expresaba, a través de su cola, la felicidad y las gracias a su dueña.

La observé: a pesar de su pelo blanco y su bastón, se veía en ella una mujer llena de vida, alegre, transparente… Cuando se acercó, su perrito comenzó a olfatearme: ¡Dino!!! -exclamó la anciana; y, con una hermosa y delicada sonrisa me dice-: ¡Le has caído muy bien!

-Acariciándolo, le contesté: ¡Es hermoso, muy suave y simpático!

-Él es mi única compañía, es mi hijo, mi amigo, es quien me obliga y exige que salga todos los días a caminar y disfrutar de estas espléndidas tardes, de la naturaleza que podemos compartir…

-¡Siéntese! -le dije- Cuando la miré de más cerca, cara a cara, pude percibir su paz interior; sus ojos celestes, brillosos y grandes me conmovieron. Era la abuela más perfecta que había encontrado. Me quedé unos segundos observándola y allí le expresé:

-Usted es muy joven, debería encontrar un compañero que la atienda y la quiera…

Ella con esa hermosa sonrisa y acariciando a su perro me respondió: ¡Oh! No… no… Tuve al lado mío al hombre más maravilloso, al hombre comprensivo y cariñoso, entregué y recibí amor por muchísimos años, fui muy pero muy feliz y aún lo sigo siendo. Tengo tan sólo 81 años, estoy dispuesta a seguir disfrutando de la vida, cada uno debe vivir la vida como un regalo, si el interior está en paz y tiene serenidad, el exterior lo expresa, lo refleja…

-¿Ama la soledad? -le pregunté.

-¡Yo no vivo sola, tengo a Dino!, salgo a caminar, disfruto de mis amigos, de mi gente querida, acompaño a los chicos que realmente viven solos, que no tienen unos brazos que por las noches, les digan que los quieren y puedan recibir el beso en la frente, ¡eso es soledad!

Cada cosa que realizo, cada acción buena que puedo hacer me da vida, me da fuerzas para continuar en este caminar diario. Intento, con lo más mínimo, alimentar mi espíritu. ¿Cómo? Ayudando, extendiendo la mano al que necesita y se siente sólo, a mis colegas, a los ancianos y ancianas que han dicho ¡no! a la vida…

La seguía mirando, no me cansaba de observar sus manos, sus ojos que transmitían una felicidad constante, y entonces le pregunté: ¿Cuál es el verdadero secreto para vivir la vida y que el alma se exprese a través del cuerpo?

Ella respiró profundamente, cerró los ojos, tomó mi mano y me dijo: "Mens san in corpore sana"

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